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Museo Frida Kahlo

Por Ximena Jordán

Maestra en Curaduría del Arte. Coordinadora de proyectos y patrocinios del Museo Frida Kahlo y el Museo Diego Rivera Anahuacalli.

Mundialmente conocido como la “Casa Azul”, el Museo Frida Kahlo cumple 65 años de existencia en 2023. Fue el 30 de julio de 1958 cuando abrió sus puertas al público como una casa museo: el primer museo de este tipo inaugurado en la república mexicana.

Es particularmente emocionante visitarlo durante estos meses, porque se encuentran expuestos tesoros de la colección que no se habían mostrado antes. La muestra lleva por título “Un lugar lleno de lugares: la Casa Azul”, y con ella se conmemora el 65 aniversario del recinto cultural. Entre otras maravillas, puede verse el listado de asistentes al acto inaugural del museo, firmado por geniales personajes de la escena artística de la época, como el Dr. Atl, Carlos Pellicer y Rosa Covarrubias.

Cabe mencionar que, desde 1931, Frida era la propietaria del inmueble, porque Diego Rivera había procedido al rescate bancario de la casa, que se encontraba hipotecada. Al pagar la morosidad, Diego no dudó en registrar el inmueble a nombre de Frida. De esta manera, su esposa se quedaba con su casa, que décadas más tarde pasaría a ser tan famosa como ella misma.

Sin duda, Frida mostró una gran generosidad y, sobre todo, una adelantada visión al tomar conciencia del valor intangible y material del acervo contenido en su residencia e intuir que lo mejor que podía hacer con este era donarlo a su patria. Tal como lo vislumbró Frida, es como efectivamente ha sido, ya que actualmente son 550 mil visitantes al año quienes aprenden, se emocionan y disfrutan de la colección ecléctica de la “Casa Azul”, que le otorga al inmueble la calidad de contenedor de historia, arte y humanidad.

La primera museografía de la casa fue realizada por el poeta, museógrafo, educador e intelectual tabasqueño Carlos Pellicer. Oportunamente, Frida y Diego habían acordado que sólo Pellicer sería quien “arreglaría la casa para ser museo”. El poeta tenía los conocimientos y la experiencia para saberlo hacer mejor que nadie. Además, la sincera y firme amistad que lo unía con la pareja de artistas fue garantía de que el tabasqueño no sólo armaría la casa museo con alto profesionalismo, sino, igualmente, con todo su corazón.

El resultado no tardó en quedar en evidencia. 75 años más tarde, espacios de la “Casa Azul” como el Comedor, la Cocina, el Estudio, así como las recámaras de Frida y Diego, lucen en esta primera museografía otorgada por Pellicer. Aquí, los visitantes particularmente se conectan con el ser humano que fue Frida en su diario vivir, así como con la sólida presencia del muralista Rivera en la vida de la artista.

Los objetos y el arte que decoran la casa muestran cómo ambos genios armonizaron sus valores sociales, culturales e incluso políticas en torno a un proyecto de vida común que tuvo como principal objetivo el fortalecimiento de la identidad nacional a través del enriquecimiento de la historia del arte.

Los exteriores del Museo Frida Kahlo son tan atractivos como sus espacios internos, fundamentalmente debido a dos cualidades especiales: el color azul cobalto de sus muros y su exuberante jardín. Construida en 1904, sabemos que la residencia inicialmente era de color amarillo pálido, un tono bastante ocupado en los muros de las casas mexicanas de comienzos del siglo XX.

Desconocemos con precisión cuándo cambió de color. No obstante, nos consta que en 1932 el inmueble ya estaba pintado de azul porque la muralista estadounidense Lucienne Bloch lo visitó en septiembre de ese año y escribió en su diario que se encontró con una casa: “Toda azul reluciente con esquinas rosadas, ventanas verdes y un patio central con cactáceas, naranjos e ídolos aztecas.” Este dato pone en evidencia que la singular belleza con la que Frida dotó a su casa de una cualidad mágica que ha trascendido patentemente en el tiempo.

El jardín del museo es un lugar de inspiración. Existen fotografías que dan cuenta de cómo esta área verde fue paulatinamente creada, enriquecida y ampliamente disfrutada por Frida y Diego, así como por sus variadas e interesantes amistades.

Fue plantado por etapas. Durante la infancia de Frida, consistió únicamente en el patio central que está rodeado de habitaciones. Gracias a una donación, en 1937 fue posible para la pareja adquirir el predio de 800 metros cuadrados contiguo a la casa. Entonces, se da vida al jardín principal, donde, entre variadas especies, destaca la hoja elegante (Xanthosoma robustum) que Frida ilustró meticulosamente en sus autorretratos.

En 1946, como parte de la última extensión de la casa, asesorada por el arquitecto y pintor mexicano Juan O’Gorman, se crea el segmento del jardín que contiene una hermosa variedad de cactáceas y suculentas, también de origen local. Frida y Diego pusieron especial atención a la vida vegetal y animal. Parece que hubiesen previsto que actualmente serían bienes en condición vulnerable.

Para venir al museo, compra tu boleto en línea con dos semanas de anticipación en www.boletosfridakahlo.org y así obtienes dos museos por uno, porque todo boleto del Museo Frida Kahlo es una cortesía que dura un año para ingresar al espléndido Museo Diego Rivera Anahuacalli.

Hoy, el Museo Frida Kahlo expande generosamente el conocimiento en torno a sus tesoros con una constante actividad en redes sociales. ¡Síguenos! y compártenos tus percepciones en:

Museo Frida Kahlo
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Instagram: @museofridakahlo
www.museofridakahlo.org

Este artículo forma parte de la edición «Museos Icónicos de México»; puedes descargar la versión digital haciendo clic aquí.

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