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Haciendas de Yucatán. Su arquitectura, sus historias

Haciendas de Yucatán. Su arquitectura, sus historias | Hola Tulum

Dra. en Arquitectura Blanca E. Paredes Guerrero

Profesora e investigadora de la Facultad de la UADY.

La arquitectura de las haciendas de Yucatán fue producto de dos momentos históricos propios de esta región peninsular mexicana, de dos etapas productivas que se superpusieron en el tiempo y en el espacio, primero, cuando eran ganadero-maiceras; y segundo, cuando se dedicaron a la producción henequenera. Una se remonta al siglo XVIII y se prolongó hasta el surgimiento de la segunda, al fin del siglo XIX.

Aún cuando hoy identificamos como haciendas henequeneras a esos magníficos conjuntos arquitectónicos rurales -que todavía permanecen como testigos de la actividad productora de la fibra del henequén-, al observar su arquitectura con detenimiento podemos distinguir signos de la época previa, o influencias coloniales contenidas en sus muros.

Esto se vuelve más comprensible para sus visitantes cuando recorremos fincas con continuidad histórica como Xcanchakán y Mukuyché, que fueron visitadas en 1843 por los viajeros ingleses John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood [1]; y quedaron registradas en los en los dibujos que éste último realizó, en los cuales se aprecia aún la existencia de una dominante actividad ganadera.

En esas litografías de Catherwood podemos observar, en ambas haciendas, que la casa grande de esas fincas era el centro de la actividad productiva agropecuaria; y que sobresale por su calidad y tipo arquitectónico colonial sobrio yucateco, constituido con pórticos de arcos mixtilíneos o de medio punto, ligeramente enmarcados y descansando en columnas de gran sencillez.

La transformación de esas fincas coloniales en haciendas henequeneras sobrevino en la década de 1860, cuando aparecieron nuevos espacios para esta naciente actividad productiva, como es el caso de la casa de máquinas y su chimenea que se disputaron, con la casa principal, el protagonismo en el paisaje hacendístico.

El auge económico y el comercio de la fibra a nivel internacional  introdujo en estas tierras las modas de la arquitectura ecléctica (en boga en Europa y Estados Unidos), compuesta por historicismos o neo-corrientes provenientes del pasado.

En Yucatán, el neoclasicismo fue el preferido, aunque los tipos como el neogótico -que observamos en la hacienda San Antonio Millet- y el neo mudéjar también se hicieron presentes. Las haciendas Tekit de Regil y Yaxcopoil son magníficos ejemplos del gusto por lo clásico entre los hacendados henequeneros: la primera, en su capilla; y la segunda, en su portada de acceso y las de sus edificios para bodegas y talleres. En todos los casos se reproducen elaborados frontones en sus fachadas, solo explicables por la gran riqueza económica regional del momento. En Yaxcopoil, además, también encontramos su otra historia:  el antiguo acceso a la hacienda, que era a través de un gran arco, aquí conservó uno doble mixtilíneo que, sin duda, se trata de uno de los mejores ejemplos en su tipo.

La arquitectura de las haciendas en Yucatán se distingue de las de otras partes de México en su tipo de adecuación cultural al medio ambiente, que proviene de la cultura maya y de su arraigo a una cultura constructiva colonial yucateca. La Hacienda Santa Rosa, con su sobria y elegante arcada de medio punto en su corredor principal, da cuenta de la influencia del tipo de arquitectura colonial que también fue muy recurrente en las edificaciones de la época henequenera. Por otra parte, los espacios extrovertidos, luminosos y refrescantes de todas las casas principales de hacienda continuaron con la tradición del modo de habitar local: en contacto con la naturaleza, rodeadas de frondosos árboles, indispensables para mitigar el calor del intenso sol peninsular.

Este conjunto de cualidades arquitectónicas regionales ocasiona que, al llegar nosotros a estos espacios centenarios, respiremos su historia, escuchemos sus colores, veamos cómo nos abraza la naturaleza y nos adormecen los sonidos del agua y los pájaros. Así mismo, cuando los visitamos, podemos conocer y reconocer estos conjuntos rurales, edificados y dispersos por todo el paisaje yucateco, que nos permiten filtrar la luz de una cultura milenaria sobre nosotros.


[1] STEPHENS, John L., Viajes a Yucatán. 2 t. Editorial Dante, Mérida, 1984

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