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Extraordinarias cuevas de Actun Tunichil Muknal, Belice

Jaime J. Awe

Director Emérito del Instituto Arqueología de Belice y Profesor en la Universidad del Norte de Arizona 

Las regiones calcáreas de Belice, Guatemala y la península de Yucatán de México están diseccionadas por miles de cavernas que contienen pruebas de muchos rituales sagrados que los antiguos mayas realizaron en estos espacios subterráneos. Entre los yacimientos de cuevas más asombrosos está Actun Tunichil Muknal (ATM), – ubicado en el Distrito Cayo de Belice occidental- cuyo nombre maya se traduce como “Cueva del sepulcro de piedra”.

Como testimonio de su aclamado estatus, The National Geographic Society clasificó a Actun Tunichil Muknal como el sitio número uno entre las 10 mejores cuevas sagradas del mundo. La cueva también ha aparecido en documentales de vídeo de importantes cadenas de televisión en América, Europa y Asia.

Descubierta por primera vez en 1989, Actun Tunichil Muknal fue investigada con posterioridad (entre el año de 1993 y el 2000) por un equipo de arqueólogos beliceños y norteamericanos, bajo la dirección del autor de este artículo. En la actualidad, Actun Tunichil Muknal es una especie de museo viviente. Es uno de los pocos lugares del mundo maya donde los artefactos, así como los restos óseos de las víctimas de sacrificios -que se dejaron en el interior de la cueva desde hace más de mil años- pueden seguir viéndose en su contexto original y no en las vitrinas que se encuentran en los edificios modernos.

Nuestra investigación arqueológica determinó que los mayas comenzaron a visitar Actun Tunichil Muknal alrededor del 300 d.C. Durante esta época, los mayas utilizaban la entrada principal de la cueva para llevar a cabo la mayoría de sus actividades rituales. No fue hasta varios siglos después, entre el 700 y el 900 d.C., cuando los mayas comenzaron a penetrar a zonas más profundas de la caverna para llevar a cabo ceremonias más intensivas y aisladas. En este tiempo, al menos cuatro de los sectores principales de la cueva fueron utilizados para actividades culturales. Estos espacios incluyeron la “Cámara de la entrada”, la “Entrada de la poza”, la “Cámara de las estelas” y la “Cámara principal (o de enterramiento)”. De estas cuatro zonas, las últimas dos han sido las que han aportado la información más intrigante sobre la utilización de las cuevas por los antiguos mayas. También es aquí donde los visitantes tienen la oportunidad única de viajar al pasado y compartir la experiencia del mundo subterráneo de los mayas, quienes utilizaron esta magnífica cueva desde hace más de 1000 años.

La “Cámara de las Estelas”, ubicada 500 metros al sur de la entrada de la cueva, se encuentra sobre una saliente de 10 metros de altura, situada frente al paso principal del arroyo. En el centro de esta cámara los antiguos mayas erigieron dos estelas o monumentos que se mantenían en una posición vertical gracias a varias estalagmitas y estalactitas rotas. Ambas estelas están hechas de grandes fragmentos de pizarra que probablemente se labraron en otro sitio y posteriormente fueron introducidos a la cueva. En una de las estelas los mayas tallaron nueve muescas en cada lado, lo que da al monumento una forma que se asemeja a la espina de una raya. La otra estela de pizarra se estrecha hacia una punta en el extremo superior del monumento, dando la apariencia de una navaja de obsidiana puntiaguda. Las espinas de raya y las navajas de obsidiana eran los principales instrumentos utilizados por los antiguos mayas en los rituales de autosacrificio, que consistían en perforar orejas, lengua y pene para recolectar las gotas de sangre en papel de corteza, el cual después se quemaba como ofrenda dentro de grandes vasijas.

Es interesante señalar que, en la base de los dos monumentos de roca pizarra, recuperamos dos navajillas de obsidiana, probablemente utilizadas para el derramamiento de sangre, las cuales probablemente fueron empleadas con este propósito cuando la cueva se utilizaba en la antigüedad. Otros artefactos que estaban dispersos alrededor de los dos monumentos incluían varios platos rotos, los fragmentos de una hermosa vasija tallada y modelada, y una losa de pizarra adornada con una burda representación del Dios de la lluvia, Tláloc, (conocido como Chaac en la región maya).

Hoy, como en el pasado, la parte más deslumbrante y encantadora de la cueva es la “Cámara Principal”. Situada aproximadamente a un kilómetro de la entrada principal, esta enorme y bella cámara, adornada por la naturaleza con centelleantes columnas, estalactitas y estalagmitas, aloja los restos de 18 individuos; además de 150 vasijas de cerámica, piedras para moler (conocidas como manos y metates); así como varios otros artefactos. De los 18 esqueletos encontrados en esta cámara, ocho son de infantes menores de tres años de edad; dos son niños de entre siete y nueve años; y los restantes ocho son adultos de edades comprendidas entre veinte y los cuarenta y ocho años. Uno de los adultos, un joven varón al que se denomina erróneamente como “la Doncella de Cristal”, yace incrustado entre chispeantes depósitos calcáreos de travertino, y proporciona un fascinante ejemplo de la frágil naturaleza de la existencia humana.

En la religión y cosmología maya pocos lugares se consideran más sagrados y con mayor carga ritual que las cuevas, representando portales al inframundo y lugares de origen. Estos oscuros sitios subterráneos servían de hogar a dioses importantes, poderosos y a menudo caprichosos. En el Popol Vuh (un texto sagrado maya que se tradujo en el siglo XVI) los dioses del Inframundo son los responsables de la creación del mundo. Estos mismos dioses son venerados en la cultura maya como deidades que promueven la lluvia y como dioses de la tierra asociados con la fertilidad. Los señores de la tierra residen en cuevas debajo de montañas sagradas y son los dueños de la naturaleza, de los bosques y de todos los animales, y esperan que los seres humanos les pidan a ellos estos recursos. Los mayas, por tanto, viajaban a las cuevas para comunicarse con los dioses y con los espíritus ancestrales. Acudían a estas cuevas sagradas para pedirle a Chaac, el dios de la lluvia, que alimentara sus cultivos; que los dioses de la tierra les dieran suerte en la caza y que sus cosechas fueran exitosas y abundantes. Como parte de sus rituales de fertilidad, los mayas quemaban incienso de copal, daban su sangre en ofrenda y, en tiempos más desesperados, incluso ofrecían víctimas en sacrificio para asegurar el sustento continuo y la fertilidad agrícola.

Dado que Actun Tunichil Muknal y algunas otras cuevas arqueológicas son accesibles al público en general, los visitantes tienen una oportunidad rara y especial de visitar estas cavernas verdaderamente impresionantes, hermosas y sagradas. Sin embargo, al igual que todos los sitios subterráneos, las cuevas como Actun Tunichil Muknal son muy frágiles y con entornos sensibles. Por ello, es nuestra responsabilidad colectiva protegerlas de la destrucción y preservarlas para que las generaciones futuras puedan apreciar su belleza y esplendor únicos

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