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Beneficios de los Huracanes

Por Doctor Gabriel Sánchez Rivera

Universidad Autónoma del Estado de Quintana Roo.

Como cada año, entre los meses de junio y noviembre, se presenta la temporada de ciclones en el Atlántico Norte, por lo que esta es una buena oportunidad para reflexionar sobre los efectos que estos eventos tienen en nuestra vida y nuestro entorno.

Como antecedente, los ciclones tropicales —de acuerdo con el Centro Nacional de Huracanes de los Estados Unidos de América (NHC, por sus siglas en inglés)— son fenómenos hidrometeorológicos representados por “una circulación atmosférica cerrada que gira en sentido contrario a las manecillas del reloj en el hemisferio norte y en sentido horario en el hemisferio sur”, que se caracterizan por ser grandes masas de aire cálido y húmedo, con intensos vientos, alrededor de una zona de baja presión.

El término huracán se refiere a aquellos ciclones que, según la escala de intensidad Saffir-Simpson, alcanzan velocidades superiores a 119 kilómetros por hora, a partir de la cual se clasifican en cinco categorías. Otros nombres utilizados para referirse a los ciclones son el de tifón en el Pacífico Norte occidental y ciclón tropical severo en el suroeste del océano Pacífico y el sureste del océano Índico.

La percepción generalizada acerca de los ciclones es la de eventos que pueden ocasionar desastres en regiones con asentamientos humanos, como daños a la infraestructura y áreas de cultivo, y pérdida de vidas humanas, y, en el medio natural, alteraciones en la biodiversidad de la región en la que se presentan, en detrimento de los servicios ecosistémicos, lo cual a su vez repercute directamente sobre la sociedad.

Tales impactos se encuentran ampliamente documentados, por lo que resulta innegable afirmar que los efectos asociados a las lluvias y los vientos, que acompañan a los huracanes de mayor intensidad, pueden sobrepasar las capacidades de resistencia, tanto de los sistemas naturales como de la infraestructura urbana.

En contraste, poco se habla sobre los múltiples beneficios que estos fenómenos naturales pueden proveer tanto al entorno natural como a la sociedad en su conjunto, en diferentes escalas que van desde lo regional hasta lo local, por lo que siempre hay que tener en cuenta que no todo es negro, ni todo es blanco.

A escala global, los ciclones favorecen la regulación de la temperatura del planeta desde el Ecuador hacia los polos, disminuyendo la temperatura en los trópicos por el movimiento de las masas de aire caliente, lo que equilibra el calor en los océanos. En las zonas costeras, dispersan bacterias y marea roja.

Las lluvias provocadas por los ciclones proveen de agua dulce a las zonas continentales, favoreciendo aquellas donde se presenta escasez y/o sequías, incrementan el caudal de ríos y arroyos, recargan acuíferos, inciden en la limpieza de áreas donde el agua se encuentra estancada. Los torrentes derivados de las lluvias arrastran residuos y contaminantes, limpiando así los cauces.

Por su parte, la fuerza de los vientos derriba los árboles enfermos, lo que colabora con la disminución de riesgos de incendio y facilita el transporte de semillas y esporas. Junto con las lluvias, contribuye en el crecimiento y la renovación de las selvas y los bosques tropicales, lo que se ve reflejado en la pronta recuperación que presenta la vegetación posterior a períodos de sequía.

Si bien los beneficios asociados a los ciclones pueden ser diversos, es importante tener en cuenta que los efectos estarán siempre en función de su intensidad y su trayectoria, por lo que resulta fundamental mantenernos alerta e informados a través de los medios de difusión oficiales, así como seguir la recomendaciones de las autoridades competentes.

Lo anterior cobra particular importancia toda vez que, de acuerdo con reportes del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) derivado del calentamiento global, los escenarios del cambio climático prevén un aumento en la actividad ciclónica y, por ende, en el aumento de los volúmenes de lluvia asociados a estos fenómenos, situación que se presentará de manera paulatina hacia los años cincuenta del presente siglo.

Las acciones individuales y colectivas nos pueden hacer más resistentes al embate de los huracanes, por lo que, en la medida en que nos preparemos, podremos ser menos vulnerables y disminuir los potenciales daños en nuestras ciudades e infraestructura.

Ello incluye acciones para detener y/o controlar los procesos de deforestación, la pérdida de playas y manglares asociadas a la urbanización y a actividades económicas, al tiempo que, reconocer y aprovechar los beneficios que los huracanes proporcionan al medio natural, nos ayudará a planear mejores estrategias y acciones para la conservación y preservación de los ecosistemas, de los cuales dependen nuestras sociedades para su desarrollo.

Si deseas conocer un poco más sobre los ciclones que han impactado sobre la península de Yucatán puedes consultar el siguiente articulo: “Tropical Cyclones in the North Atlantic Basin and Yucatan Peninsula, Mexico: Identification of Extreme Events”, disponible en: https://n9.cl/uh1nc

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