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Una Mexicana y Tulumnense en Egipto

Patricia G. Meehan

No solo tengo la fortuna de coordinar el Proyecto de conservación de la pintura mural de nuestra querida zona arqueológica de Tulum, sino que la vida me ha regalado la oportunidad de participar en el Proyecto de Conservación de la Tumba Tebana TT39. Esta tumba, se ubica en el Valle de los Nobles de lado poniente del Rio Nilo, opuesto a Luxor, en Egipto.

Desde el año 2008 formo parte del equipo de conservación de relieves y pintura mural junto con mis colegas restauradores Dulce María Grimaldi y Luis Amaro, todos representando al Instituto Nacional de Antropología e Historia de México. El INAH colabora con este Proyecto que coordina Gabriela Arrache Vértiz, Directora de la Sociedad Mexicana de Egiptología (SME) y en el que participa también la Universidad del Valle de México.

A mucha honra, se trata de la primera Misión Arqueológica Mexicana en Egipto, país que desde hace más de un siglo recibe colaboraciones de distintas instituciones de diferentes naciones. La tumba fue asignada a la SME por el Consejo Supremo de Antigüedades (CSA) de Egipto en 2003 para investigar, estabilizar y restaurar la Tumba. Los trabajos iniciaron en 2005 y se han realizado 10 temporadas de campo hasta el 2017 de las cuales yo he participado en seis.

Con el tiempo me he dado cuenta que el CSA depositó su confianza en la Misión Mexicana al asignarle esta tumba entre muchas otras que esperan atención. Perteneció a Puiemrá, un noble que sirvió a dos de los faraones más importante de la historia de Egipto: Hatshepsut y Tutmes III de la Dinastía XVIII, (1539-1069 a.C.). Entre los 16 títulos que tuvo, el más destacado fue el de Segundo Sacerdote de Amón (tercer hombre en la jerarquía del poder y cuyo nombre significa “el que está en Ra” –Dios del Sol en la mitología egipcia).

Además de ello, esta tumba del siglo V a.C. es como una pequeña capsula del tiempo. Evidencia la influencia y poder que tuvo Puiemrá ya solo por el hecho de haber contado con los medios y el ingenio para excavar de la montaña de El-Khokha una tumba singular en forma, tamaño y emplazamiento. Dentro, la tumba tiene un corredor orientado transversalmente y éste da acceso a tres cámaras y a un adoratorio al fondo de la cámara central. A diferencia de la mayoría de las tumbas de nobles, la de Puiemrá se accedía por una explanada y un pórtico.

Igualmente relevante es que todos los muros, tanto del interior como de la fachada, estuvieron decorados con escenas y textos jeroglíficos tallados en la piedra y cubiertos con muchos colores y finos trazos. Las escenas nos muestran no solo quién era y qué hacía Puiemrá, sino que a través de la detallada descripción de los servicios que cumplía para sus faraones, es posible penetrar en la vida social, religiosa/ritual, económica, así como de la tecnología empleada para varios oficios en la época, como por ejemplo, la elaboración de vino, la fabricación de carros o de joyas.

El trabajo en la tumba se hace en temporadas de campo de alrededor de 6 semanas, éstas se planean en el otoño, cuando baja el calor del desierto. Hasta el 2017, hemos logrado la excavación de la explanada, la estabilización estructural de la tumba y un 60% de la restauración de los relieves pintados. Nuestro trabajo en muchos aspectos es parecido a lo que hacemos en Tulum.

Trabajamos en equipos conformados de distintos especialistas, en este caso, colaboramos egiptólogos, epigrafistas, arquitectos restauradorezs, restauradores de bienes muebles, estudiantes y fotógrafos. Además al equipo se unen especialistas y trabajadores egipcios. En el caso de los relieves y la pintura, lo que cambia son las estrategias de conservación que implementamos; éstas están guiadas por las particularidades de cada entorno.

A diferencia de Tulum, en donde le damos prioridad a las acciones para frenar el deterioro, la ausencia de agua en el desierto egipcio ha favorecido que a lo largo de los siglos se preserve muy bien la pintura y que lo que produce daños se pueda frenar de manera más efectiva. Los principales problemas de la tumba fueron causados por fallas de la roca de la montaña, por modificaciones que se le hicieron para distintos usos a través de su historia y por daños producidos por saqueo y vandalismo.

Ya las acciones directas, como por ejemplo, rellenar grietas y zonas donde ya se perdió el relieve, volver a colocar fragmentos que se desprendieron de los muros o limpiar la suciedad que los oculta, son similares. Estamos por alcanzar un nivel de restauración que permita que la tumba se conserve por muchos años más y además haga más fácil la comprensión de los espacios, de las escenas y de los textos para investigación. La meta a futuro es poder habilitar la tumba para la visita pública para el goce de todos.

En lo profesional lo que ha sido más interesante para mi es identificar, compartir y contrastar con los colegas egipcios y de misiones de otros países lo que nos guía a los restauradores mexicanos en la toma de decisiones sobre qué nos parece importante conservar, cómo, y hasta que nivel llegamos. Es en esto y en la forma en que trabajamos con los colegas egipcios donde podemos hablar de cómo influye nuestra experiencia trabajando en México, donde estamos acostumbrados a incluir a comunidades locales que muchas veces difieren de nosotros en costumbres, idioma y creencias.

Pero no menos importante para mí es el aspecto humano, el de convivir con la cultura egipcia. Al principio el lenguaje que parecía tan incomprensible, fuerte y golpeado así como lo distinto que parecían sus códigos de comunicación a los nuestros, poco a poco en mi percepción, se han ido suavizando y haciendo más transparentes. El ir conociendo y comprendiendo sus costumbres me ha hecho darme cuenta que la realidad tiene muchos más matices que lo que dictan las ideas preconcebidas o las primeras impresiones y que los egipcios son mucho más similares a nosotros de lo que imaginamos.

Nuestros colegas egipcios se han convertido en amigos generosos que nos han abierto su mundo, su confianza, nos han hecho parte de sus familias, compartido su comida, su música, su risa y su apoyo en tiempos difíciles. A pesar de que los restauradores solemos trabajar silenciosamente, sin ser vistos más que cuando no estamos, la proyección de lo que hacemos tanto en Egipto como en Tulum alcanza muchos rincones del mundo. El decidir y actuar sobre la preservación del patrimonio cultural para las futuras generaciones, no importa su antigüedad, es una gran responsabilidad que asumimos con mucho orgullo.

Fotografía de portada: Mtra. Patricia G. Meeham

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