Por Macarena Huicochea
En lo profundo de un laberinto de cuevas, un joven guía de turistas hace un descubrimiento que transformará su vida y asombrará al mundo: un altar secreto que se mantuvo sellado durante siglos en el interior de una de las cuevas de Balankanché (palabra maya que significa “El trono del Jaguar”).
La historia inicia en la infancia de nuestro protagonista, cuando acompañaba a su abuela a Chichen Itzá y, a los 8 años, entró en contacto con los primeros guías que recorrían el lugar y que le contaba viejas leyendas llenas de misticismo, las cuales despertaron su interés por la historia, la arquitectura y la arqueología. Fue así que se enteró de la existencia de unas cuevas perdidas en la selva, las cuales visitó durante 13 años, hasta conocerlas como “la palma de su mano”.
En 1959, con apenas 23 años, José Humberto Gómez Rodríguez ya lograba contagiar su interés y pasión por el arte y la cultura maya, desarrollando una gran habilidad para despertar y satisfacer la curiosidad de los turistas locales, nacionales o extranjeros atraídos por los misterios mayas. Al hablarles -y describir los lugares- sembraba palabras y emociones capaces de transformar sus miradas y, ahí donde otros sólo podían ver ruinas y rocas, él los hacía descubrir antiguos imperios, ser testigos de costumbres ancestrales, o imaginar las batallas descritas en los muros y estelas.
Explorar las cuevas se volvió parte esencial de su vida y el descubrir nuevos pasajes y formaciones se convirtió en una aventura cotidiana. Por eso, el día 9 de septiembre de 1959, cuando unos turistas le cancelaron el recorrido programado con él como guía, decidió ir a recorrer una vez más la gruta, sin saber que esa fecha sería memorable, no solo para él, sino para la arqueología mexicana.
Escuchemos un fragmento del testimonio que dio a nuestra revista Hola Tulum (el cual podrás escuchar completo en nuestro sitio web):
(…) empecé a caminar por esa nueva sección de la cueva que no conocía… ¡Para mi gran sorpresa, me encuentro que al final de uno de los túneles (o lo que pensaba que era el final) estaba una enorme estalactita unida a la estalagmita formando una columna, y resulta que esta columna tenía otra gemela a lado y ,en medio de las dos, había una maravillosa figura de barro de Chaac, el dios de la lluvia: la mitad pintada de azul y la mitad pintada de rojo!… Lo primero que sentí fue un shock al verlo porque no me esperaba encontrarme cara a cara con Yun chac, y menos en ese lugar. Puedo decir que, a lo mejor, sentí un poco de miedo, miedo a lo desconocido (…) Finalmente encontré siete altares, todos con las ofrendas en su lugar original…
Escuchar a Don Humberto narrar esta historia es realmente emocionante, así como descubrir que, a pesar de los siglos en que permaneció oculto el altar, la comunidad de esa época, al enterarse de lo sucedido, pidió permiso a las autoridades para realizar una ceremonia de desagravio a los dioses ancestrales que custodiaban el lugar. Ceremonia que fue grabada, y cuyo audio aún obra en poder de nuestro entrevistado, que narra lo acontecido:
(…) A las dos o tres semanas de haber encontrado la gruta de Balankanché (…) se apersonaron en la gruta un grupo de creyentes de la Cultura Maya, liderados por un Sr. Llamado Romualdo Hoil, que era un X´men (un Shaman) del área del poblado de Xcalacoop. Llegaron a decir que, por tradición centenaria, ellos sabían que había -en algún lugar del área de Chichen- unos altares dedicados al dios de la lluvia, y que habían sido profanados y que tenían temor y miedo de que esto causara grandes disturbios. No precisamente guerras ni nada ¿no?, pero si disturbios naturales que pudieran afectar su vida, sus campos, sus milpas, sus animales, su medio de vida y sus familias; y, por lo tanto, ellos dijeron que, a como diera lugar, tenían que hacer una ceremonia y desagraviar la afectación a sus dioses.
La ceremonia duró casi 24 horas, entre la preparación y la ceremonia en sí que se hizo adentro de la cueva ante el altar 1 y 2, y fue conducida por el chamán Romualdo Hoil. Es, hasta la presente fecha, la única ceremonia de desagravio que se ha grabado en el inframundo de los mayas, no hay otra en ningún lugar del área maya.
Don Humberto Cumplirá 84 años el próximo 9 de diciembre, y escucharlo hablar de sus experiencias -tras 64 años como guía de turistas- nos permite ser testigos y cómplices de su entusiasmo al compartir el orgullo por la riqueza y profundidad de nuestra cultura, que él ha sabido contagiar en quienes visitan nuestro país y que, gracias a sus estudios y pasión, logra hacer que se lleven un pedacito de México en el corazón, y un recuerdo que los acompañará el resto de sus vidas*.