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Compartiendo la palabra de los Hach Winik (Gente Verdadera)

Antropólogo Paul Werner Schottmueller

Me gustaría agradecer Chan K’in Viejo, Mateo Viejo, y Don Antonio de Naha, Chiapas por su sabiduría eterna. Igual K’in Paniagua, su Esposa Chajnuk y su hija Koh,y nietos Bor,Prisma,y Sami de Lacanja,- Chiapas tanto como Mayte Vargas de PDC, por su apoyo en la creación de este artículo.

Los templos Mayas de Palenque Chiapas, se encuentran entre la neblina del amanecer, la flora colorada y la fauna exótica como tucanes, mariposas azules, y monos saraguatos.  En este escenario surreal, se encuentran los Lacandones.

Los mayas lacandones viven hoy en día en el estado de Chiapas en el sureste de México. Cómo sucede con muchos grupos indígenas, el nombre por el cual los conocemos no es su nombre original. Se dice que el nombre Lacandón viene de un encuentro con extranjeros donde estaban parados por el río Lacantún y que, desde ese momento, a este grupo Indígena de Chiapas se les dice los «Lacandones».  Ellos mismos se reconocen como los «Hach Winik», lo cual significa » Gente Verdadera». Su idioma es «Hach Ta’an», lo cual significa » palabras verdaderas».

Al encontrarse con ellos, a primera vista uno siente que está viajando en el tiempo, parecen ser de otra época… con su pelo largo, sus túnicas blancas, sus ojos almendrados, los cuales emiten un tipo de encanto profundo.  En Palenque se encuentran en frente de la entrada a los templos y ahí venden sus artesanías, cosas como arcos y flechas, collares de semillas exóticas, figuras de barro y obras que son parte de su tradición ancestral.  Esta es la manera de cuál muchos Lacandones de Palenque ganan la vida hoy en día. Los Lacandones de los pueblos de Metzabok, Nahá y Lacanja viven de la agricultura, sembrando maíz, calabaza, frijol.

Hoy mucha gente puede leer muchos libros antropológicos, escritos por extranjeros y gente que no son indígenas, que buscan explicarnos el origen de los Lacandones. Yo prefiero ir directamente con los Lacandones cuando tengo una pregunta sobre ellos. Todo lo que está escrito aquí viene directamente de ellos. 

Como niño ansioso, casi encima de los primeros rayos del sol, yo bajaba a ver a Kin Paniagua, mi padre Maya, mi «Tet» y a su esposa Chanuk, quién es mi madre Maya, mi «Na». Cada mañana preparando el fuego, cocinando sobre la leña calentando el café, las tortillas, los frijoles, el atole. todo lo que vamos a desayunar. 

La cocina es una palapa hecha al estilo Lacandón tradicional.  Un techo de guano y, en lugar de clavos, las maderas de las paredes están amarradas con bejucos. Las paredes solo llegan a metro y medio de altura, dejando un espacio abierto alrededor de la casa para permitir que entre el aire y salga el humo de la leña.

K’in se sienta en su hamaca y yo aprovecho para preguntarle cosas sobre la cultura Lacandona. Me siento junto a su hamaca, le tomo la mano y le digo: «Cuéntame, cuéntame». Le da risa mi entusiasmo.   El Maestro K’in Paniagua empieza a contar sobre Palenque y el tiempo de los dioses.

En Palenque vivía el dios Hachakyum con sus dos hijos, uno se llamaba Tu’up el otro se llamaba Chac xib chac. En ese tiempo también viven otros seres en Palenque, como Kisin, enemigo de la humanidad, la maldad encarnada.

Mientras K’in me cuenta la historia de Palenque, Chanuk nos sirve el desayuno con una sonrisa y gran corazón. El aire es fresco y el aroma de la tierra húmeda trae los aromas de diferentes flores y plantas que acarician el olfato. Chanuk es hija de Chan K’in Viejo, quien es considerado el más sabio de todos los Lacandones de nuestros tiempos, ella creció en Naja, Chiapas y es experta en todos las historias que contaba su Papá.  Ella escucha y a veces incluye detalles en las historia que está contando su esposo K’in Paniagua, quien toma un poco de su café y, con una tortilla caliente en su mano, me sigue contando de Palenque en los tiempos de los dioses.

Hachakyum les tenía mucho afecto a sus dos hijos, pero solo uno le regresaba el cariño. Tu’up era el buen hijo y su bondad era natural.  Chac xib chac era todo lo contrario: era celoso, flojo, y hablaba mal de su padre y de su hermano. Un día él vio a Tu’up sentado sobre la gran torre de Palenque, tocando su flauta. De tantos celos de verlo contento Chac xib chac le tira unos flechazos y aunque las flechas no le llegan a tocar, la herida en su corazón fue mucho más profunda, al darse cuenta de que su propio hermano lo quiso matar. Tu’up va con su papá y le cuenta todo, los dos eran seres sabios y entienden que el mal solo atrae más mal. Sentían tristeza por Chac xib chac, pero sabían que sus maldades aun no terminaban.

Hachakyum podía ver el futuro y vio que su hijo lo quería matar. Incluso sabía que esa noche su hijo Chac xib chac entraría a su templo con una hacha para dejarlo en pedazos. Hachakyum, con sus poderes, hizo un hombre de palmas, de guano y le dio vida por una noche. Ese hombre de guano se acostó en el templo de Hachakyum y esa noche, cuando el mal hijo entra con su hacha, pensando que era su papá ese hombre acostado, lo hace pedazos con su arma. Cuando, alza la vista, allí está parado su papá, vivo, con Tu´up a su lado.  Hachakyum le dice: “Hijo, me rompe el corazón verte así. No hay nada más que pueda hacer por ti. Ahora quedas castigado, tendrás que vivir aquí en Palenque para siempre”. Chac xib chac casi se muere de risa: “Eso no es un castigo, Palenque es un paraíso”. Hachakyum lo mira y dice: “Ahora sí lo es, pero en el futuro va ser un lugar lleno de gente y mucho ruido y nunca encontrarás paz. Tu hermano, yo y los otros dioses nos vamos a vivir a Yaxchilán y tú te quedas aquí con Kisin, el malo”.

Y así es hasta la fecha. Hachakyum y Tu’up viven en paz con los dioses en Yaxchilán, un lugar retirado donde solo llega uno con lancha. Chac xib chac y Kisin nunca descansan, millones de turistas llegan a los templos de Palenque cada año, quitando cualquier chance de paz. Mientras los dioses disfrutan de su paz y tranquilidad en Yaxchilán.

Mi experiencia con los Hach Winik ha sido un regalo sagrado. Su filosofía, que somos parte de la naturaleza y no observadores mirando por fuera así adentro, es una que me sigue guiando cada día. Soy parte de algo eterno, inmenso, y creativo. La cocina se queda en silencio, en la distancia se escucha a los saraguatos, los monos de quienes dicen los Lacandones son hombres de otro tiempo…pero ese cuento será para otro día…

Sina Falker

Foto de portada: chiapasparalelo.com

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