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Precursores de la Arqueología Subacuática

Por: Dante García

Arqueólogo (Universidad Autónoma de Yucatán) y buzo de cuevas por la: Technical Diving International (TDI).

El misionero español Fray Diego de Landa, incentivaría sin pensarlo las primeras exploraciones subacuáticas del área maya.

Escafandra de buceo, traje Siebe

Antes que la penuria de conseguir oro, los hombres barbados que llegaron a la Península de Yucatán durante el Siglo XVI tuvieron la imperiosa necesidad de encontrar agua dulce para beber. Lo que prontamente los llevaría a un primer encuentro con los cenotes.

Uno de estos misioneros españoles llamado Diego Calderón, mejor conocido como Fray Diego de Landa, incentivaría -sin pensarlo- las primeras exploraciones subacuáticas del área maya. Sus descripciones señalaban con énfasis que si en algún lugar de esta región hubiera habido oro, sería en el fondo de uno de estos cenotes. Estos fascinantes relatos de la vida cotidiana y ritual de los mayas del siglo XVI quedaron olvidados hasta 1864 cuando el sacerdote francés Brasseur de Bourbourg los reencontrara y publicara en su idioma natal.

Idioma que compartía el explorador Desiré Charnay -uno de los pioneros de la fotografía arqueológica- quien atraído por los bienes de prestigio descritos por Landa, iniciaría la exploración subacuática del área maya en el Cenote Sagrado de Chichén Itzá en el año de 1882, a tan solo 18 años después de la publicación de Brasseur de Bourbourg. Si bien es cierto que las primeras exploraciones con fines antropológicos que fueron en busca de los antiguos mayas surgirían hacia 1773 con los grupos que envío el sacerdote Ramón de Ordoñez y Aguilar al sitio de Palenque en Chiapas y las exploraciones de John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood llevadas a cabo en toda el área maya en el año de 1839, los primeros trabajos arqueológicos con método y técnica surgen en las ancestrales aguas de los cenotes.

Edward Herbert Thompson, primer buzo de cenotes.

Como ocurre hoy día en la arqueología, Thompson partió de una hipótesis: debajo del “templo” a la orilla del cenote se econtraría un gran número de reliquias. Para comprobar esta premisa fueron transaladadas sofisticadas, pesadas y complejas piezas de tecnología hasta el Cenote Sagrado de Chichén Itzá, con la esperanza de corroborar si Diego de Landa tenía razón y el tan preciado metal estaba presente en este misterioso cuerpo de agua. El 12 de abril de 1904 Edward Herbert Thompson extrajo del Cenote Sagrado un objeto de madera que tenía en el extremo inferior o mango la hermosa talla de la figura de un personaje rícamente ataviado y ornamentado. El rostro estaba cubierto con una máscara de oro repujado.

El constante uso de tecnología de punta en los cenotes

Después de los tan esperados resultados y con miras a seguir recuperando artefactos del fondo del cenote; Edward H. Thompson inició entrenamiento de buceo en el año de 1909 con la más adelantada pieza de tecnología subacuática de ese momento: el traje Siebe. Escafandra de buceo con apenas 70 años de haber sido culminada. Thompson descendería mediante cuerdas y poleas 22 metros hasta llegar al agua con un traje de buceo que pesaba por lo menos 80 kilos. Una vez abajo, iniciaría un buceo en donde la visibilidad bajo el agua es casi inexistente.

De esta hazaña se lograron recobrar cerca de 30 mil artefactos que fueron escrupulosamente catalogados en distintas publicaciones además de que muchos se comparten para el resto del mundo en el Museo Peabody de Arqueología y Etnología de la Universidad de Harvard. En los años circundantes al nacimiento del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en 1939 se impulsaron nuevas excavaciones en el Cenote Sagrado de las cuales todas buscaban emplear los recursos tecnológicos más avanzados que había en ese momento.

Con la invención del primer Aqualung en 1943 , la arqueología subacuática dio un gran salto y a tan solo 11 años de su invención, en 1954 se llevarían a cabo las primeras inmersiones con estos innovadores equipos en el Cenote Sagrado de Chichén Itzá. Los trabajos subsecuentes planteaban la posibilidad de hacer descender los niveles de agua a fin de llevar a cabo una excavación “en seco”. Por lo tanto una vez más se transportaron y emplearon sofisticadas maquinas a fin de bombear litros y litros de agua fuera del cenote y recuperar por medio de succión la mayor cantidad de materiales arqueológicos que fuera posible.

El final de la década de 1960 cerró este contexto con cerca de 35 mil piezas y fragmentos arqueológicos que hacen de este sitio sumergido una de las ofrendas más vastas de toda Mesoamérica. Incluidos en los materiales arqueológicos recobrados del Cenote Sagrado, efectivamente se encontraron todos los objetos que Fray Diego de Landa Calderón mencionaba en sus relatos, y no sólo eso, sino toda una muestra representativa de la cantidad y diversidad de bienes que ingresaron a la ciudad de Chichén Itzá desde las fases más tempranas entre 800-1150 d.C. hasta las más tardías en el 1250-1560 d.C.

Proceso de dragado del Cenote Sagrado de Chichén Itzá 1904 – 1905

Un legado metodológico

Desde hace 136 años, los cenotes han atraído a valientes cuestionadores de mitos, leyendas y realidades que equipados con piezas de la historia emprendieron una inmersión al pasado de los mayas. A 50 años de los trabajos mayoritarios llevados a cabo en el Cenote Sagrado de Chichén Itzá los arqueólogos subacuáticos de cenotes sabemos, qué no hacer, en cuestión metodológica gracias a todos los precursores de arqueología de cenotes.

Tanto las dragas mecánicas, las bombas de agua para succionar artefactos, como la extracción precipitada de segmentos óseos de su contexto original hicieron que se perdiera para siempre parte importante de la información. A pesar de la destrucción causada por desconocer el comportamiento natural de los cenotes (su hidrología, que son excelentes preservadores de materiales arqueológicos, etc.) y poniendo todo en contexto, nadie querían dañar ninguna de las piezas ahí depositadas.

La arqueología de ese momento tenía como prioridad la recuperación de artefactos y no tanto obtener la información sobre el comportamiento cultural detrás de cada uno de ellos antes de extraerlos. Hoy por hoy la arqueología subacuática de cenotes no busca objetos, busca a la gente que hay detrás de los objetos.

¿De dónde viene? ¿Qué llegó primero? ¿Qué llegó después? ¿Quién lo trajo aquí?, ¿Quién lo fabrico?, ¿Cómo lo hicieron?, ¿Cómo llego hasta aquí?, Son algunas de las tantas preguntas que una vasija encontrada en su contexto arqueológico original puede ayudar a resolver si no ha sido movida, alterada o modificada.

Criticar a los precursores de la arqueología subacuática maya a más de 100 años es fácil. Ponerse de pie, tomar la escafandra de buceo de inicios de siglo XX y bucear un contexto sacrificial, no.

Draga Hayward utilizada por Thompson en el Cenote Sagrado de Chichén Itzá

Fotografía de portada: Inicio del buceo en cenotes, buceador junto a la draga de Thompson, Cenote Sagrado de Chichen Itzá 1908 (Coggins 1992:24).

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